jueves, marzo 28, 2024

Las cartas de la Iglesia frente a la crisis: una crónica de los tres días de la Semana Social

Día por día, qué pasó el evento eclesial más importante en materia económica, política y cultural. El lema de este año fue “Trabajo: clave para el desarrollo humano integral”.

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Por Daniel Rojas Delgado*

Especial para Diputados Bonaerenses

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A metros de la empedrada peatonal San Martín y frente a la Municipalidad, el viento lleva el sonido de los redoblantes con el aroma a garrapiñada caliente. Es viernes 28 de junio y el sol aligera el frío. La Selección argentina juega contra Venezuela mientras siete agrupaciones acampan desde el lunes en pleno centro de Mar del Plata, sobre la Avenida Luro.

—En la salita de mi barrio ahora no hay médico, a mí no me la vengan a contar —dice Juan Domingo Pérez—. La Feliz dejó de estar feliz.

Tiene 46 años, una campera albiceleste y mucha pasión al hablar. En nombre de la agrupación “13 de Abril” pide trabajo y asistencia social. Más allá están el Movimiento Teresa Rodríguez y Barrios de Pie, entre otros. Juan dice que no los escuchan y que habló con el obispo local, monseñor Gabriel Mestre, quien dijo que iba a mediar pero no parece creerle demasiado. 

Las carpas del Movimiento Teresa Rodríguez y Barrios de Pie, junto a las del resto, están a dos cuadras del Hotel Intersur 13 de Julio, del sindicato Luz y Fuerza. Allí se despliega hasta el domingo la Semana Social que organiza desde hace 25 años la Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA).

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Día 1: Entre críticas, aplausos y colchones

 

En las mesas con manteles bordó del bar del hotel se palpita cada situación de gol frente a Venezuela. El fútbol también es una pasión de Iglesia. Recién concluido el partido, la marea —en su mayoría— masculina baja al auditorio, donde las mujeres intentan equilibrar el “cupo femenino” del evento.

Jóvenes y adultos leen de pie la “Oración por la Patria”, un texto surgido después de 2001. El obispo Mestre, de 50 años, saluda brevemente. Con voz áspera y seca el intendente de General Pueyrredón, Carlos Arroyo, repite su eslogan de campaña que se lee en la calle: “prefiero incomodar con la verdad que agradar con la hipocresía”. Reconoce que “no estamos bien en el orden del trabajo” y repasa la doctrina social de la Iglesia ante los avances científicos y tecnológicos a fines del 1800. Dice que hay que volver a plantear el trabajo con una mirada humanista.

—No podemos entregarnos de manos atadas a una economía que mata— agrega monseñor Òscar Ojea.

Las 400 personas que colman el espacio aplauden estos dichos del presidente de la CEA y habla de tres pasiones: la del ser dirigente, por la Patria, y por el encuentro y la paz entre todos los argentinos.

El ministro de gobierno de María Eugenia Vidal, Joaquín de la Torre —enviado a último momento en nombre de la gobernadora— dice que “la política social dominante consiste en transferir dinero sin ninguna contraprestación”. Cree que no hay suficiente capacitación para conseguir empleo y critica ver al sujeto como “sujeto de derechos”, ya que según él eso es algo estático y una entelequia. “Dar programas sociales es perpetuar el fracaso”, insiste, porque “la verdadera política social triunfará cuando desaparezcan los planes” y habría que ver a los pobres como personas que tienen capacidades. 

Alfredo Aureano, el joven secretario de Culto de la Nación, habla apenas un minuto y agradece un evento como la Semana Social en este “momento difícil que atraviesa el país”.

El último en hablar es monseñor Jorge Lugones, obispo de Lomas de Zamora y presidente de la Comisión de la Pastoral Social de la Conferencia Episcopal. Con voz pausada agradece la presencia de las provincias y de Cáritas, y destaca que este año habrá menos paneles y más tiempo para debatir.

Huele a café la antesala del auditorio. Allí las dos editoriales católicas más importantes del país venden sus productos y cada stand de las organizaciones eclesiales y gremiales reparte sus folletos.

El primer panel central se llama “Hacia una economía de la producción y el desarrollo solidario” y lo modera Susana Pachecoy. José Urtubey, de la UIA, dice que falta un desarrollo equilibrado en el país, más coparticipación, un “modelo industrial, nacional y federal, no sólo exportador de materias primas y servicios” y un sistema tributario que estimule el desarrollo, “no que sea confiscatorio”. 

En cambio, el secretario general de la CTA Autónoma, Ricardo Peidro, habla del “cachetazo que la mitad de las niñas y niños” estén bajo la línea de pobreza —según las cifras de la UCA— y agrega que no se trata de una “catástrofe natural”, sino de una “creación política”. Entre aplausos, agrega que la reforma laboral de Brasil multiplica la pobreza y critica que el trabajo del futuro implique ceder derechos.

Jorge Triaca, el ex ministro de Trabajo, repasa algunos momentos de la historia laboral del país y habla de la “enorme deuda social que se fue estructurando”. Afirma que las prioridades deberían ser el blanqueo de los trabajadores, la escasa representación sindical en las listas —se escuchan silbidos— y los cambios tecnológicos que suceden y adecuarse a esos cambios con mayor educación.

Por último el obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Frassia, dice que hay un cambio de época en todo y retoma la idea del federalismo mientras juega con la tapita de la botella de agua en sus dedos. Propone combatir con creatividad la desertificación para evitar que la gente emigre y vaya a los centros urbanos a vivir peor, y pensar en una Iglesia que “no sea patrona ni dominante”, sino al servicio.

Afuera del hotel las ollas populares del acampe, ennegrecidas por la leña, se han vuelto a vaciar. Ahora se turnan para pasar la noche. Más allá, cerca de esa Catedral de techos coloridos y pañuelos blancos pintados en la vereda, un hombre duerme sobre un colchón con una manta de sachets como aislante.

 

Día 2: Viaje al centro de la grieta pastoral

 

Amanece nublado y el segundo panel central se titula “Cuidar el trabajo y la vida digna en la casa común latinoamericana”. Lo abre el sociólogo Jorge Benedetti con la interrelación entre la familia y el trabajo, porque dice que “no puede haber familia sin trabajo digno”. Enumera factores de exclusión como la droga, la eutanasia, el aborto, la esterilización masiva en particular de pobres y pueblos indígenas, y la guerra localizada. Afirma que el “cuidado de la casa común” debe evitar el avance regional de la frontera agrícola, el uso de agrotóxicos inadecuados y proteger los lagos.

—Lo que dignifica es un salario digno, no sólo el trabajo —destaca Matías Cremonte.

Presidente la Asociación de Abogados y Abogadas Laboralistas. Habla del “supuesto fin” de la “utopía del pleno empleo” ante el avance tecnológico. Explica los dos pilares sociales del siglo XX que el neoliberalimo busca eliminar: el progreso social que permite el salario mínimo, “vigente en los papeles” pero que a veces parece de “ciencia ficción”; y el derecho de asociación. 

Cremonte dice que se sabe cuánto vale la botella de agua que tiene en la mesa pero no cuánto vale la fuerza de trabajo de una persona.  Termina insistiendo en que “no se defiende lo que no se conoce”. 

Hay un texto de Roberto Arlt de 1930 —una de sus aguafuertes escritas en Río de Janeiro— que compara al obrero porteño con el carioca: el primero tenía las ventajas de que “lee, se instruye aunque sea superficialmente, se agremia, y en cuanto ha salido de su trabajo se trajea”, y que como “entiende de cuestiones proletarias” hace huelgas pero también puede ir al cine y al teatro.

Por su parte, la teóloga Emilce Cuda, profesora de la UCA y de la Universidad Nacional Arturo Jauretche, afirma que “los problemas de Europa no son los de Latinoamérica” y señala que a muchos “nos educaron con una biblioteca europea”. A modo de ejemplo dice que el problema regional hoy no es productivo, sino que no hay producción. Después usa la pantalla LED para llevarnos a la calle y polemizar sobre el violento oficio de robar: aparecen el Gauchito Gil, grafitis, el potrero y perros peleándose por basura, todo al ritmo de la cumbia villera “Queridos amigos” de Fuerte Apache. Entonces propone volver a pensar de qué trabajo y de qué tipo de trabajadores se habla, sin romantizar al pueblo y darles la palabra, “algo que nos aterra porque quizás nunca fueron a la universidad o a las fábricas”. 

Cierra el panel monseñor Jorge Scheinig, obispo auxiliar de Mercedes-Luján, quien pide que los medios dejen de manipular el pensamiento del Papa, que se encuentra en sus textos y mensajes públicos.

Tras un intervalo, se dan en simultáneo tres mesas debate. Una de ellas, “El clamor de la Madre Tierra: agricultura familiar, posesión y uso de la tierra ociosa”, está moderada por el subsecretario nacional de Agricultura Familiar, Patricio Quinos. Allí el integrante de la Comisión de Justicia y Paz de la CEA, Carlos Vigil, habla del récord de deforestación en Santiago del Estero, de la migración interna hacia la ciudad y del crecimiento de las ferias en centros urbanos, como se vio en los “verdurazos” de Plaza de Mayo.

—Los sectores populares son aquellos a los que no les quedó ni el centro ni la periferia —relata Ana Pastor, la presidenta de la Asociación Civil Madre Tierra de Morón, Merlo y Moreno. 

Cuenta que los barrios privados han ido a disputar las periferias y los humedales —como es el caso de Nordelta—. Señala también que las tierras altas de cultivo son hoy “suelos como asfaltos”, en los que el agua corre y provoca inundaciones en zonas medias o bajas, en general contaminadas por residuos industriales. Dice que hay que “cambiar el todo vale por el todos valen”. 

Después se comparte y se discute a viva voz pensamientos cruzados: desde volver a “plantar” la huerta en la escuela hasta la falta de tiempo para mantenerla por quienes recién vuelven de noche del trabajo, rebatir lo que un par plantea como “la mirada sesgada de Emilce Cuda” porque “ser pobre no significa ser chorro”, como dice un pibe dirigente del Conurbano, y la llegada de la droga a ciudades como Miramar en una exposición extensa al punto de que una señora le diga a la otra:

—¿No entendes la dinámica de una mesa debate?

De nuevo en el auditorio, monseñor Lugones da una conferencia llamada “La persona humana y el trabajo”. “Lo contrario de las relaciones solidarias en un pueblo son las relaciones egoístas —remarca—: despersonaliza, descarta y mata”. El obispo Mestre escucha atento, con la pulserita de asistente puesta como cualquier otro, y sin parar de cebar y tomar mate en primera fila. 

Lugones parafrasea al Papa cuando dice que “la política es una de las formas más preciosas de la caridad” y que la actual no se trata sólo de una crisis económica y social, sino ecológica y cultural. Reinvidica el protagonismo de la mujer en el ámbito laboral y las tres T famosas: tierra, techo y trabajo. 

—Las reformas laborales sólo tendrían sentido si mejoran la vida de los trabajadores —destaca y recuerda la invitación de Francisco para pensar una economía diferente en Asís, Italia, el año próximo.

En el receso siguiente, cruzo a Emilce cuando se pone un saquito rojo para salir a fumar unos cigarrillos delgados frente al hotel. Hablamos de la espuma que trajo su aporte en el panel central del día, de si esperaban algo más académico y de que estuvo un rato con quienes acampan en la avenida Luro. 

—¿Qué hubiera hecho el Papa? —me pregunta—. Por lo menos cruzarse a ver y escuchar a la gente.

En el primer piso se huele café y se saborea la Copa América. Merendando en las mesas o de pie, un centenar de personas ven los penales que terminan de clasificar a Perú por sobre Uruguay.

—¡Qué lindo ver penales y no sufrir! —dice uno.

Cuando acaba descomprimen y suben rumbo a otra ronda de mesas debate. Modera la de “Trabajadores y territorio” el abogado Fernando Mumare. Roberto Gandolfi, del Movimiento Evita, dice que Mar del Plata es muy desigual y grande, donde hay “compañeros que antes tenían otro modo de vida y hoy hacen prepizzas”. Destaca que el rubro de los pescadores artesanales permite usar al máximo los recursos y cuestiona el “si estudiás vas a conseguir trabajo, si todo se está achicando”.

Glovo y Pedidos Ya generan monotributistas descartables que intentan “salvarse solos”, dice Luis Precerutti, el secretario de la Economía Social de Entre Ríos, mientras afuera hace 10 grados marplatenses. Acá debe hacer más de 24 seguro. Nos vamos poniendo en remera, incluso contra la voluntad del Presidente. Luis sigue hablando y destaca la marca provincial “Manos entrerrianas” y la importancia de la economía social en su territorio, debido a que permite el trabajo y la compra directa a las cooperativas en vez de sacar licitaciones y que las gane Walmart.

Ya de nuevo en el auditorio, se celebra y se televisa una misa con todos los obispos presentes. Monseñor Mestre se acerca a la grieta cuando dice que en el Evangelio de hoy “vemos claro que la violencia engendra violencia” y que la grieta “tiene que ver con esto”. Propone aprender a confrontar y discutir de forma pacífica, sin perder el “respeto y el cuidado por el otro”, como indica la doctrina social de la Iglesia. 

Adentro san Cayetano mira hacia las tres guitarras que guían los cantos religiosos con palmas. Afuera las luces LED compiten con las fogatas que calientan esos corazones mientras el cielo se va cerrando. 

—Están los pancitos —grita una mujer junto a las carpas.

Humo. Un pibe quiebra una madera en el cordón de la Municipalidad para alimentar el fuego. Tres chicos juegan con una pelota descosida sobre el asfalto prohibido. Cerca de medianoche empieza a llover finito.

 

Día 3: Siempre que llovió o hubo eclipse…

 

Es domingo y los signos de la silenciosa lluvia nocturna sorprenden al taxista que nos lleva a 35 kilómetros por hora, un lujo excesivo para estar llegando tarde. El tercer panel central se llama “Política social: de la asistencia a la dignidad del trabajo”. No llego a escuchar a la candidata a la intendencia por Unidad Ciudadana, Fernanda Raverta, pero sí a Gustavo Béliz y a Pablo Narvaja.

Béliz fue ministro de Justicia de Kirchner y es actual funcionario del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Habla de la utopía de imaginar los trabajos del futuro, “¿o acaso alguien pensaba el puesto de community manager hace 20 años?” Se alegra por el sector productivo debido al recién anunciado acuerdo Mercosur-Unión Europea, propone avanzar en la alfabetización digital y la “tecnodiplomacia” para estar presentes en las discusiones entre las potencias, enviando embajadores digitales. Retoma a Pérez Esquivel cuando habla del monocultivo de las mentes y de la desertificación espiritual, para pensar una nueva economía entre economistas, jóvenes emprendedores y las universidades católicas.

“Parece que defender los derechos del trabajador se llama populismo”, dice Pablo Narvaja, investigador de la Universidad Nacional de Lanús. El trabajo “es condición necesaria para ejercer la ciudadanía” y perderlo desestructura la vida: no se puede pensar en el bien común al no tener para el colectivo o para comer, asegura. Critica las corrientes de “autoayuda” que proponen gestionar la vida como si fuera una empresa y que “si te va mal, es culpa tuya” pero cuando a las grandes empresas le va mal, esto no rige. 

—¿De qué sirve enseñar a pescar cuando el Estado no garantiza que haya nada para pescar? —insiste Narvaja y prefiere hablar de personas debilitadas en vez de débiles y esclavizadas en vez de esclavos.

En el último panel, “Diálogo y compromiso para construir un modelo inclusivo y sustentable”, moderado por Martha Arriola, Juan Carlos Alderete —Corriente Clasista y Combativa— compara a Macri con Vidal, retoma las tres T del Papa y se queja de que les ofrezcan planes y después los critiquen por eso. 

Pablo Bressano, de la Confederación General Económica, recuerda que la capacidad industrial está sólo al 50%, insiste en los peligros del desarrollo de las telecomunicaciones sin regulación y concluye que “no hay felicidad individual si no hay felicidad colectiva”.

A su turno Julio Piumato, secretario general de la Unión de Empleados Judiciales de la Nación, coincide con todos los diagnósticos, recuerda el diálogo impulsado por la Iglesia en 2002 y dice que, pese a las críticas posibles, los sindicatos son “las organizaciones libres del pueblo más perfectas de la Argentina”.

Macri es “un títere de las grandes corporaciones”, define Hugo Yasky, el secretario general de la CTA, y recuerda el “supuesto pacto de caballeros” presentado por el Gobierno. Dice que es necesario “volver a tener una sola central de los trabajadores” en la CGT, que el acuerdo con la Unión Europea va a generar más desempleo aún —aunque organizaciones como la Sociedad Rural “digan que esto no tiene ningún sustento”—, y dice que en octubre la fórmula tiene que ser Fernández-Fernández. 

—Es falso que la copa se va a derramar —dice Yasky al levantarla con agua—, se derrama en los paraísos fiscales. Faltan políticas públicas para que se incline la copa, porque si no, no hay derrame.

Al terminar este panel, la misa de cierre. Pero antes monseñor Lugones lee el mensaje final, donde se destacan frases como: “el grado de desigualdad social en que estamos sumergidos es muy grande y peligrosísimo para nuestro país”, “nos unimos a la Iglesia de Neuquén que en estos días ha emprendido una fuerte defensa de los bienes de la tierra” y el rol de la juventud, que precisa “más espacio real tanto en los lugares de reflexión como así también en aquellos donde se decide, planifica y actúa”.

En eso estamos cuando llega Juan, de la “13 de Abril”, para sumarse a la misa. Nos saludamos y dice que levantaron el acampe porque escucharon sus reclamos y esta semana los reciben de Nación. 

Minutos más tarde, los números romanos del reloj de la Municipalidad marcan las 13.15. Mientras, los bomberos apagan un tronco que aún arde, un camión recolector carga las maderas y colchones mojados y la gente vuelve a pasear a sus perros por los lugares tomados hasta recién. Tras un eclipse que duró una semana, la avenida Pedro Luro quiere volver a mostrarse feliz. Aunque continúe tan gris el cielo.

*El autor es licenciado y profesor en Comunicación Social (UNLP) y escritor. 

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